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    Los Grandes Objetivos del Proyecto Nacional 
     Por 
    nuestra parte, sin pretender en modo alguno ser originales, puesto que hemos 
    recogido el ejemplo y la ideas sostenidas por conductores, dirigentes, 
    pensadores nacionales, luchadores y militantes a lo largo de nuestra vida 
    como Nación independiente, que forman como una gran reserva de la dignidad 
    nacional; y sin pretender, tampoco, agotar el tema, que deberá ser 
    enriquecido, profundizado y actualizado por quienes escuchen este llamado y 
    respondan a la convocatoria, sostenemos nuestro compromiso para el logro de 
    los siguientes objetivos:   ü                
    Hacer de la Nación Argentina una realidad política y social 
    superior a los individuos, los grupos y los sectores que la integran. Fuerte 
    en la conciencia de su destino; fuerte material y espiritualmente. Decidida 
    a desempeñar un papel protagónico en Iberoamérica y en el mundo, no por su 
    pueril diligencia en cumplir los mandatos de los poderosos sino por la 
    inteligente y prudente defensa de nuestra soberanía y nuestros intereses, 
    por la conservación y proyección de nuestra cultura.   ü                
    Reconstruir y nacionalizar el Estado que ha sido, entre 
    nosotros, menoscabado y vaciado de su condición unificadora de la voluntad 
    política de la Nación, para convertirse en objeto de usufructo de sucesivas 
    camarillas, sometido a poderes e intereses ajenos y subordinado a la 
    voluntad hegemónica de otras naciones y poderes supranacionales.   ü                
    Contribuir a la formación de una dirigencia política que no 
    tenga compromisos más que con la misión histórica que le corresponde; que 
    sea heredera de los grandes movimientos nacionales y populares del pasado y 
    que encarne, al mismo tiempo, todos los valores creadores y revolucionarios 
    en esta hora de postración colectiva.   ü                
    Asegurar, dada la trascendencia de las misiones concernientes 
    al Estado, la ejemplaridad de la conducta de quienes desempeñen cargos y 
    asuman responsabilidades en el mismo. Honorabilidad, austeridad, idoneidad y 
    un acendrado espíritu de servicio serán requisitos insoslayables para 
    ocuparlos.   ü                
    Combatir la corrupción en todas sus formas y manifestaciones. 
    Pero porque no somos mojigatos ni hipócritas, sostenemos que no se combate 
    la corrupción sólo con modificaciones legislativas, ni proclamando a los 
    corruptos «infames traidores a la Patria», ni contratando consultoras 
    externas que sirven sólo para diluir responsabilidades. Se combate con el 
    ejemplo que viene de arriba hacia abajo; se combate restableciendo 
    principios morales y desterrando el indiferentismo; se combate apelando a la 
    conciencia y al honor de cada uno; se combate cuando no se propone como 
    paradigmas de la sociedad a individuos exitosos sólo por la descarada 
    exhibición de su riqueza. Se combate, en fin, cuando no se considera que la 
    corrupción es una característica distintiva del adversario político, que 
    puede y debe ser utilizada en su contra, sin una tentación que cada uno debe 
    destruir, antes que nada, en sí mismo. 
     La Democracia, la 
    Sociedad y el Trabajo  Proponer una democracia real en la que el pueblo 
    participe activamente, día a día, a través de una pluralidad de asociaciones 
    y organizaciones libres en la definición del destino común, y no una 
    democracia meramente adjetiva y formal en la que la participación del 
    ciudadano tenga lugar sólo el día del comicio. Preferimos un pueblo en 
    estado de efervescencia y movilización por sus derechos y por la justicia 
    antes que el sopor de una siesta complaciente y resignada.  Contribuir a la 
    reconstrucción del tejido social desde sus propias bases para asegurar la 
    plena actividad de hombres y mujeres, de las familias, de los cuerpos 
    intermedios y de las organizaciones libres del pueblo en la vida comunitaria 
    y política. No aceptamos jamás la irritante división entre los argentinos 
    que más tienen, aislados del resto de la sociedad y sin compartir las 
    esperanzas y los sufrimientos de la misma, y de los marginados y excluidos 
    que, siendo las víctimas del modelo, ya comienzan a ser acusados por no 
    tener el trabajo que buscan, la educación que no se les brinda, ni la 
    paciencia de los santos. Garantizar a todos los argentinos y habitantes de nuestro suelo el acceso al 
    trabajo como forma que el hombre tiene para asegurar su vida y la de su 
    familia, para alcanzar su pleno desarrollo personal y social y, en última 
    instancia, la dignidad y el respeto. También deberá protegerse toda forma de 
    asociación gremial de los trabajadores tanto para la defensa de sus 
    interesas en la actividad específicamente profesional, como para la 
    colaboración solidaria, ayuda y protección mutua.
  La Política Exterior  Propiciar con voluntad inquebrantable una política 
    exterior independiente, sin alineamientos automáticos y sin menoscabo para 
    nuestra capacidad de decisión que provenga de hechos y acciones de otros 
    estados nacionales, de organizaciones mundialistas o de estructuras 
    supranacionales de cualquier naturaleza.  Reivindicamos el interés 
    nacional como principio rector en este campo, la autodeterminación de los 
    pueblos y la no intervención en los asuntos internos de otros estados. Nuestra política exterior debe tener como objetivos garantizar la soberanía 
    nacional, asegurar la libertad de nuestras decisiones, enfrentar la 
    prepotencia globalizadora, defender la cultura, el estilo de vida, el idioma 
    y los valores espirituales, éticos y morales que nos son propios; coadyuvar 
    a nuestro desarrollo económico y proyectar nuestra personalidad en el campo 
    internacional, no como aliados incondicionales de los imperialistas de turno 
    sino como propulsores de la gran Patria Iberoamericana.
  La Economía No reconocemos a la 
    economía en general, ni al sistema capitalista que prepondera actualmente, 
    ni al mercado en sí mismo, autosuficiencia ética ni una pretendida autonomía 
    técnica derivada de sus propias leyes y normas. Por el contrario, sostenemos 
    que no se debe olvidar que es esencial para la libertad que el sistema 
    económico que rija, debe producir bienes y servicios útiles y convenientes; 
    que debe asegurarse a la sociedad un control de gestión y de resultados 
    sobre el campo de las finanzas la producción y el trabajo Afirmamos que el crecimiento de la riqueza del conjunto depende de la 
    voluntad y de la capacidad de los argentinos, organizados en sus diversas 
    funciones por la ley civil, por las leyes comerciales y laborales, por las 
    disposiciones de una sana política fiscal y por un sistema de crédito a las 
    actividades privadas y sectoriales, impulsado por los bancos públicos y 
    privados, ordenados y controlados por el Banco Central, como lo ha sido en 
    el caso de las grandes economías nacionales.
 Consideramos inaceptables, 
    en cambio, los criterios puestos en práctica actualmente en la materia que 
    consisten en disuadir la actividad productiva de los argentinos, la que 
    moviliza tanto el capital como el trabajo nacional, a los que se pretende 
    reemplazar por un endeudamiento que alcanza ya cifras verdaderamente 
    oprobiosas. Ninguna economía, ni nacional ni particular; puede desarrollarse 
    sólo sobre la base del endeudamiento, suscitado formalmente para cubrir los 
    déficits presupuestarios y los saldos negativos del comercio exterior pero, 
    en realidad, para asegurar nuestra docilidad y sometimiento. Por otra parte, 
    esos saldos negativos de nuestra balanza comercial no son sino la 
    consecuencia directa del estímulo a las importaciones y la disuasión 
    producidos por el cerrojo cambiario y la sobrevalución de nuestra moneda.
     Nadie en su sano juicio 
    pude pensar, como con singular unanimidad han pensado y llevado a cabo los 
    ministros economía de los últimos veinte años, que sea saludable, o siquiera 
    soportable, proseguir con el endeudamiento externo en los términos en que se 
    los hace. No sólo nos enfrentamos a una deuda impagable, sino que la misma 
    es empleada - con la complicidad de nuestros gobernantes - en forma 
    extorsiva, para mantenernos sujetos a los dictámenes de la mudialización 
    económica. Y ello en desmedro de nuestra originalidad cultural, moral y 
    política, llamada a traducirse en un sistema de estímulos y castigos de 
    naturaleza económica que sean expresión cabal de nuestro espíritu nacional, 
    de nuestra soberanía.  La Justicia Social No aceptaremos que la 
    miseria y la marginalidad social sean la consecuencia de planes económicos 
    que enriquecen a unos pocos, generalmente en connivencia con quienes 
    absorben nuestra riqueza desde el exterior. No confiamos en absoluto en la 
    retórica que asegura que después de esta etapa de concentración habrá de 
    producirse la distribución y un mejoramiento general en el bienestar de la 
    sociedad; no nos conmueven los planes instrumentados o propuestos para la 
    materia en tiempos preelectorales. La salud y la seguridad social son derechos de todos los argentinos, que el 
    Estado tiene la obligación de garantizar y no un negocio más que, como 
    tantos otros, está destinado a atender con excelencia las necesidades de 
    quienes pueden pagar con holgura, mientras se desproteje progresivamente a 
    lo demás estratos de la población.
 
     La Justicia Con relación a la Justicia, 
    todo el país ha asistido azorado a los episodios de los últimos años en los 
    que la sospecha de corrupción de nuestro sistema judicial ha corrido pareja 
    con la convicción acerca de su ineficacia y de su lentitud, sólo alterada - 
    ésta - por presiones de índole política o por campañas periodísticas de 
    ningún rigor científico y de dudosas intenciones. Por nuestra parte estamos 
    convencidos de que no existe República posible sin jueces probos e 
    inflexibles, llegado el caso, que impongan la Ley por amor a la Justicia y 
    el Bien Común de los argentinos. Pero para ello será preciso efectuar una 
    decidida revisión del plantel de magistrados y funcionarios, garantizar la 
    elección de los mejores y revisar las formas procesales que, sobre todo en 
    materia penal, facilitan eludir la sanción mediante artilugios de sospechosa 
    factura. La 
    Educación Sostenemos la necesidad de 
    actualizar y mejorar el sistema educativo como camino para formar hombres y 
    mujeres mejores, patriotas consubstanciados con el destino de toda la 
    comunidad, solidarios y altamente capacitados; para incentivar toda 
    inquietud tendiente a la superación individual; para asegurar la igualdad de 
    oportunidades y la preparación adecuada y rigurosa que permita acompañar y 
    apoyar a un país lanzado al crecimiento y al desarrollo. Reafirmamos el derecho natural de los padres a la educación de los hijos 
    como derivación inmediata de la naturaleza de la familia. También, no sólo 
    el derecho sino la obligación que tienen de intervenir activamente en esa 
    tarea. Rechazamos el indiferentismo moral y la supresión aviesa de la 
    dimensión trascendente y religiosa en nuestro sistema educativo.
 Defensa 
    Nacional y Fuerzas Armadas La razón de ser de la 
    Defensa Nacional y, en particular, las Fuerzas Armadas es la Independencia. 
    Este fue su origen y es también su destino. Casi durante un siglo la Nación 
    fue un ejército en marcha: para conquistar nuestra independencia, para 
    liberar las batallas necesarias en defensa de nuestra soberanía, para 
    pacificar el país o para conquistar el desierto. Y luego, para contribuir a 
    integrar a la sociedad a través del servicio Militar Obligatorio, para ser 
    pionero en el desarrollo de nuestras industrias básicas y en la concreción 
    de proyectos tecnológicos y científicos. Y esa continuidad histórica, que 
    culmina en la guerra por nuestras Islas Malvinas, sigue teniendo vigencia 
    para todos los que no hemos renunciado a la herencia de la Nación histórica.
     Hoy se habla con frecuencia 
    del estado de indefensión en que se encuentra la Patria. Y si esto es así, 
    la causa hay que buscarla en la pérdida de mi voluntad nacional; en la 
    pérdida de mi voluntad de ser independientes. Las Fuerzas Armadas, son hoy 
    un cuerpo sin espíritu, incapacitados por el cumplimiento de sus más altos 
    objetivos. Se cumple en ellas la máxima Sanmartiniana: «Serás lo que debas 
    ser o no serás nada». Un Estado que renuncia al deber constitucional de «proveer a la defensa 
    común para someterse a los dictados e intereses de otras potencias, no es un 
    Estado Nacional», es sólo un protectorado con tropas para cumplir las 
    misiones que el Imperio le dicte.
 El estado actual de la Fuerzas Armadas es consecuencia también del modelo 
    que agobia a la Nación. Vaciadas de su razón de ser son, además atacadas por 
    una hipócrita política de derechos humanos que sólo atiende a remover el 
    odio, la venganza y la muerte. Y no es la búsqueda de la justicia lo que 
    impulsa ese ataque pertinaz, es sólo un medio más utilizado por el 
    imperialismo angloamericano para desarticularnos como Nación y frustrar el 
    Proyecto que reúna a todos los argentinos.
 Para poder pensar 
    nuevamente en Fuerzas Armadas que sirvan a los más altos intereses de la 
    Nación, que sean parte de ese anhelado Proyecto Nacional, habrá que 
    reconstruirlas como institución que no esté al servicio de grupos de interés 
    o de partido, sino que tenga plena conciencia de su mandato histórico: la 
    Independencia Nacional. La 
    Seguridad La seguridad pública está 
    en crisis. Del mismo modo en que el Estado va desentendiéndose de sus 
    responsabilidades en diversas áreas de gobierno para transformarlas al 
    sector privado, se pretende aplicar a la seguridad un modelo impuesto, 
    compartido en este caso con la oposición, que implica de hecho su 
    desarticulación y su privatización parcial. Se conoce el camino recorrido: 
    se dejó crecer la corrupción, se generalizaron las imputaciones para hacer 
    caer el descrédito sobre la totalidad de las instituciones policiales, y 
    ahora se propone la reestructuración del sistema, siguiendo los lineamientos 
    establecidos por grupos de presión transnacionales que son enemigos 
    declarados del orden ciudadano que la Policía representa. Por esto hoy los 
    problemas de la seguridad son también un problema de soberanía nacional.  Muy lejos estamos de creer 
    que no deba hacerse nada, que pueda aceptarse sin cambios un estado de cosas 
    a todas luces gravísimo. Pero del mismo modo, con la misma fuerza, 
    rechazamos el ataque sistemático orquestado contra las fuerzas policiales, 
    para justificar cambios que atentan contra el espíritu mismo del servicio y 
    de la institución. A diario se multiplican los delitos. El narcotráfico, con todas sus 
    implicaciones y secuelas, está instalado entre nosotros. Es público que 
    existe un tráfico ilegal de armas interno y externo. El ciudadano común, su 
    familia, su trabajo y sus bienes están expuestos a todas las formas del 
    accionar delictivo. Hay delincuentes individuales, hay bandas y hay crimen 
    organizado. Y que frente a todo ello, en el seno de la sociedad crece la 
    desconfianza en la Justicia y en las fuerzas de seguridad y policiales, lo 
    que abre las puertas a la justificación de la respuesta más irracional y 
    peligrosa: la seguridad y la justicia por mano propia.
 No aceptamos la conformidad y resignación que emanan desde la primera 
    magistratura del Estado al sostener que se trata - el de la seguridad - un 
    problema mundial. No aceptamos la ridícula propuesta surgida desde sectores 
    de la oposición, acerca de la elección por voto popular de los comisarios; 
    como si a la luz de la experiencia que nos proporciona la realidad, no 
    tuviéramos la obligación de sospechar que el voto no garantiza la honradez 
    ni la moral de los elegidos. No aceptamos que se nos proponga como panacea 
    la privatización de la prevención, elemento primario y esencial de la 
    seguridad pública.
 El modelo de reforma en curso en la Provincia de Buenos Aires, acordado 
    entre el oficialismo y la Oposición, sólo asegura, al igual que en otras 
    áreas abandonadas por el Estado, el desamparo de la comunidad. Privatizar la 
    prevención es darle a la delincuencia libertad de acción en los lugares en 
    que viven ciudadanos que no pueden pagar por su seguridad; y es al mismo 
    tiempo asegurar la protección mediante empresas privadas para sí quienes 
    puedan pagarla. Pero la vida y los bienes de los argentinos no pueden quedar 
    sujetos a las leyes del mercado.
 La seguridad pública es un 
    problema del Estado y su solución es compleja. Se hace necesario reformular 
    el marco jurídico, los códigos penales y de procedimiento; es imprescindible 
    reorganizar y disciplinar a las fuerzas de seguridad y policiales con unidad 
    de comando y un espíritu de cuerpo fundado en la vocación de servicio; se 
    debe acertar en la elección de los hombres más capaces para la conducción; 
    se debe dignificar a los integrantes de los cuerpos policiales y restablecer 
    el honor entre sus miembros. Pero más importantes aún que las medidas 
    concretas que deban tomarse para resolver el problema, será el hecho de 
    mostrar desde el poder político, del que depende las fuerzas de seguridad y 
    policiales, la ejemplaridad de la conducta y un acendrado espíritu de 
    justicia. Nuestra 
    Convocatoria Estos, son algunos de 
    nuestros objetivos. Para alcanzarlos hemos conformado un Movimiento y 
    Partido Político: el Movimiento por la Identidad Nacional e Integración 
    Iberoamericana (M.I.N.E.I.I) y el Partido Popular de la Reconstrucción (P.P.R). 
    Están abiertos para todos los que compartan con nosotros estas breves 
    reflexiones. Es nuestro aporte para reunir las voluntades dispersas. Es nuestro aporte 
    para reunirnos con todos los nacionales que tengan intacta la voluntad de 
    lucha, provengan de donde provengan. Los otros, los que claman en busca de 
    una Patria, pero que rehuyen las incomodidades y los peligros de hacerla - o 
    de intentar hacerla - son los únicos que no la merecen.
 No dejamos pasar el tiempo de la reunión. Pero hasta ese momento, hasta que 
    recuperemos el peso y el espacio que nos corresponde a los nacionales, que 
    cada uno de los militares, cada uno de los pensadores, cada hombre o mujer 
    que anteponga el interés de la Patria y el de sus hermanos al suyo propio 
    vaya - como el sembrador que va dejando caer sus semillas donde encuentra 
    tierra fértil, sin preocuparse de quien habrá de recoger los frutos - 
    sembrando las ideas de la Patria, a la Justicia y todos los que habitan este 
    hermoso suelo argentino.
 Gustavo Breide Obeid - 
    Presidente PPR Mohamed Alí Seineldín - 
    Ex - Coronel POR DIOS Y LA PATRIA ARGENTINA ES POSIBLE!!! 
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